jueves, 7 de julio de 2022

Ciudades secretas, montes mágicos

"...Y aun haré cuenta que voy caballero sobre el caballo Pegaso o sobre la cebra o alfana en que cabalgaba aquel famoso moro Muzaraque, que aún hasta ahora yace encantado en la gran cuesta Zulema, que dista poco de la gran Compluto". Con esta hermosa y vibrante parrafada del capítulo XXXIX de la primera parte de El Quijote inmortalizó Miguel de Cervantes uno de los parajes vinculados a Alcalá de Henares con más historia y más encanto: el cerro de San Juan del Viso y su entorno. Perteneciente en la actualidad al término municipal de Villalbilla, ya ejercía su magnetismo en el siglo XVI, cuando el Manco de Lepanto se hizo eco de la fascinante leyenda del desdichado Muzaraque. Y también mucho antes, por la época en que esa imponente meseta que domina la Vega del Henares acogió la primera gran ciudad del centro de esta península poblada de conejos y encinas. Fue la primitiva Complutum de la que, al fin, volvemos a tener noticias.


Restos de la fachada del Auguraculum, la casa de los augures cercana al foro de la Complutum de abajo. Al fondo, las laderas del cerro de San Juan del Viso, emplazamiento de la primitiva Complutum (Foto: complutum.com)

Nuevas imágenes tomadas con un dron han permitido afinar las hechuras de la urbe romana levantada en la llanura que corona el cerro, cuya inconfundible trama hipodámica fue descubierta por Sandra Azcárraga y su equipo de la Asociación Primitiva Complutum hace una década cuando analizaban imágenes aéreas del lugar. A los perfiles inconfundibles del teatro en un extremo de la meseta, sin duda una de las joyas del yacimiento aún por explorar, se han ido añadiendo otros, como la planta de un campamento militar o el silueteado de lo que parece ser un templo.

Y todo ello sin apenas haber actuado hasta ahora sobre el terreno, la mayoría en manos privadas. Este verano se acometerá la tercera campaña de excavaciones en la superficie correspondiente a una parcela de titularidad pública, lo que permitirá seguir acumulando saberes de este lugar. Pero apenas se rasgará el primero de los muchos velos que ocultan los secretos de esta Complutum de arriba edificada cuando Roma aún era una República, y desmontada piedra a piedra para levantar la Complutum de abajo, junto al río, metidos ya en nuestra era, con la Pax Romana bien asentada en la provincia más querida del Imperio.

Buscar refugio en las alturas, vigilar los horizontes y protegerse de cualquier visita indeseable y de las devastadoras razias, fue también el motivo de que se habitara el Zulema desde antiguo. Un oppidum carpetano fue lo que encontraron las legiones romanas al asomar por estas tierras en el siglo I a.C. Y la Complutum primera la construyeron sobre ella y quién sabe si sobre la mítica y misteriosa Iplacea, la tatarabuela celtíbera de la actual Alcalá, que según otra preciosa y descabellada leyenda fue fundada por una falange de hoplitas griegos procedentes de la mismísima guerra de Troya en busca de paz y fortuna en el otro confín del Mediterráneo.


Fotointerpretación de cómo puso ser el teatro de la primitiva Complutum y su recreación 3D (Azcárraga, Ruiz Taboada y Ruipérez)

Tras el “circo de agrias barrancadas del Zulema”, que diría Manuel Azaña en sus diarios, y siguiendo la línea de montes gastados que emergen del laberinto arcilloso de terrones y cantiles, formando el gran escalón  que al sur del río da paso a la Alcarria de Alcalá, también quedan huellas de poblamientos desde antes de que hubiera memoria. En el entorno de ese zigurat  natural que es el Ecce Homo sobresale, cómo no, Alcalá la Vieja, un mirador inmejorable para controlar de cerca los caminos que discurren junto al Henares del que aún no se conoce del todo la profundidad de sus estratos históricos. 

Ni siquiera se sabe con detalle la funcionalidad exacta de sus poblamientos sucesivos a lo largo del tiempo (romanos incluidos) ni las dimensiones reales de los restos de la fortaleza musulmana que le dio nombre y apellidos al Alcalá presente. Y aunque no han dejado de realizarse estudios en los últimos lustros, queda por acometerse una investigación ambiciosa y pormenorizada del lugar, así como un plan de protección del espacio. Preferiblemente antes de que las oleadas de excursionistas terminen por arruinar los restos visibles de la torre albarrana y el vistoso arco de herradura reconstruido –la valla metálica y las llamadas de atención de algunos solo sirven para envalentonar aún más a estos arqueólogos repentinos y obstinarse en el daño.

Y no hay que olvidar siguiendo unos kilómetros más al este, en otro cerro amesetado a las afueras de Santorcaz, el oppidum carpetano del Llano de la Horca, un yacimiento que comenzó a excavarse hace más de veinte años. Tutelados por el Museo Arqueológico Regional, los trabajos han permitido testimoniar no solo que el asentamiento era mucho más extenso de lo que se pensaba, sino que sus habitantes eran bastante más refinados de lo que se creía, a tenor de la intensa y exquisita actividad artesana que ha quedado a la luz. Algunos restos de vasijas también revelan que aquellos carpetanos de hace 2.500 años mantenían contactos con los pueblos lejanos del Mediterráneo, pues proceden de Etruria y Campania. No iban tan descaminados, pues, aquellos que colocaron en el camino del corazón de esta abrupta meseta peninsular a los guerreros griegos.


Torre albarrana de la vieja fortaleza de Alcalá la Vieja y, en primer término, uno de los bolaños lanzados con catapulta desde el cerro Malvecino en los asedios del siglo XII que fueron hallados en 2017 (Foto: Ayuntamiento de Alcalá)

Por desgracia para el Llano de la Horca, como para Alcalá la Vieja y de momento también para la primitiva Complutum, la apuesta institucional por indagar a fondo y por sacar a la luz las huellas y vestigios de tantas gentes y culturas a lo largo de los siglos llega a cuentagotas. Y eso unido a los ciclos  inevitablemente largos de las labores en arqueología, dilata los tiempos hasta la desesperación.

Da pena pensar que si esta cuerda de ciudades secretas estuviera tendida en algunos de los distritos de la capital, más dispuestos y espabilados estarían en los despachos del Gobierno regional. Convencerles, después de que se autoconvenzan los ayuntamientos de la comarca, de que la primera gran ciudad de la Comunidad de Madrid -que tal sigue siendo el nombre de esta Comunidad Autónoma; la capital ya tiene de sobra con lo que tiene, qué manía-, y una de las primeras urbes de importancia del centro de la península, está a medio camino de Villalbilla, Los Hueros, Torres de la Alameda, Alcalá y Torrejón, en una zona de lo más accesible, lista para convertirse en un extraordinario activo de turismo cultural mostrando a las gentes del presente y el futuro la vida de hace 2.000 años, no debería de ser tan difícil.


Recreación de la población carpetana del Llano de la Horca de Santorcaz (Museo Arqueológico Regional)

Queda el recurso, por último, de invocar el elemento mágico, lo casi sobrenatural. Y, apelando a aquello de que toda leyenda encierra al menos una chispa de veracidad, recordar que el Zulema puede deber su nombre a la derivación islámica de Suleiman o Salomón, el mítico rey de Israel que logró escribir todo el conocimiento del universo en una mesa; y que ésta puede estar escondida en algún rincón del cerro, custodiada por el infeliz fantasma del moro Muzaraque. Cervantes lo dejó escrito. Hágasele caso y búsquese. Cómo poco estará garantizado el hallazgo del fósil de una fascinante ciudad romana.