jueves, 18 de enero de 2018

Cuando la Cisneriana pudo ser 'West Point'

En lugar de estudiantes, turistas y funcionarios, los claustros y pasillos de la Universidad Cisneriana podrían ser hoy en día la cuna de los militares más cualificados del país, como la primera academia del Estado. Tal estampa de excelencia castrense, al modo de la célebre academia militar estadounidense de West Point, sería posible de haber prosperado un fugaz proyecto concebido a mediados del siglo XIX para reconvertir la manzana fundacional de nuestra Universidad en la sede del Colegio General de todas las Armas, con capacidad para 600 cadetes.

Vistas del Colegio de todas las Armas desde la plaza de San Diego, tal y como lo proyectó el ingeniero militar Antonio de la Iglesia en 1844.
A finales de 2010, en la exposición De las armas a las letras. Edificios universitarios que tuvieron uso militar, montada en la sala de exposiciones de la vieja iglesia de Caracciolos, se mostraron los planos del proyecto de lo que pudo ser aquella 'Universidad militar', diseñados en 1844. Aunque en 2008, en la exposición Alcalá, una ciudad en la historia, montada en la sede madrileña de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y con un precioso y enciclopédico catálogo al cuidado del maestro Vicente Alberto Serrano, el público pudo admirar la insólita transformación de la Cisneriana que proponían esos documentos, custodiados en el Archivo General Militar.

Realizado por el brigadier de ingenieros Antonio de la Iglesia en el verano de 1844, el proyecto de crear un Colegio de todas las Armas se remonta a veinte años antes. En 1824 se fundó el Colegio General Militar, cuya primera sede fue el Alcázar de Segovia. Durante la primera guerra carlista, en 1837, se decidió trasladar el colegio a Madrid, donde tuvo varias ubicaciones. En 1842 se ordenó la creación, por real decreto, del Colegio General de todas las Armas, como refuerzo  del Colegio General Militar, fijándose en 600 el número de cadetes.

Ya entonces las autoridades civiles y militares se percataron de la dificultad de situar esta institución en la capital, de modo que se planteó la posibilidad de enclavarla en alguna población de los alrededores. Se reparó entonces en las prestaciones que ofrecía en Alcalá la manzana cisneriana, sin uso desde hacía ocho años, cuando se clausuró el Colegio Mayor de San Ildefonso y con él la histórica universidad fundada por Cisneros.

El ingeniero De la Iglesia recibió el encargo de diseñar la academia militar. Y sus planos fueron lo único real que llegó a existir de ella, porque en noviembre de 1850 un decreto suprimió el colegio general y estableció que cada arma tuviera su propia academia. Y paradójicamente, menos la de Marina, todas tuvieron algún acomodo en Alcalá a lo largo del tiempo. Incluso algunas, como la de ingenieros, ya estaban radicadas aquí de antes, pues fue fundada en 1803.

El Colegio de Basilios, hoy centro cultural de la Universidad, acogió durante décadas a los ingenieros militares.
Los planos de De la Iglesia recogían una reforma profunda no solo del Colegio de San Ildefonso, sino de todas las construcciones vecinas para racionalizar el conjunto del solar. Aparte de cambiar los nombres de los patios (el patio de Santo Tomás pasaría a denominarse 'patio de la Univesidad' y el de Filósofos se llamaría 'patio de Venegas'), el proyecto contemplaba remodelar todas las construcciones de la parte occidental de la manzana, es decir, las que dan a la plaza de Cervantes.

Lo más llamativo, por agresivo, era la demolición de la Capilla de San Ildefonso que pasaría a formar parte de un nuevo complejo de edificios y patios auxiliares. Ello también implicaba el levantamiento de una nueva fachada que hubiera tenido un aspecto muy similar a la de los viejos Cuarteles que dan a la plaza de San Diego y que ahora acogen la biblioteca, las salas de lectura y el museo iberoamericano de la Universidad.

Otra curiosidad es que, en lugar de Paraninfo, en el plano figura una capilla, justo en la crujía que separa el patio Trilingüe y un nuevo patio que se llamaría del 'Juego de la Pelota', quién sabe por qué.

En general, todas las dependencias del recinto militar se distribuirían del siguiente modo: las aulas, el comedor y las estancias de servicio ocuparían la planta baja y los dormitorios de los cadetes, los despachos de los oficiales y de la dirección del centro y la enfermería estarían en la planta principal.

Ahora solo la imaginación, y los planos a la vista, permiten reconstruir esa 'superacademia' militar en pleno centro; el que hubiera sido el corazón de la populosa ciudad cuartel que, aunque ya olvidada, fue durante muchas décadas Alcalá.