martes, 31 de octubre de 2017

Más pura la calabaza brilla

Para Noelia, espectadora fiel y defensora paladina del Tenorio más clásico

Es la misma función desde hace más de treinta años pero el público no deja de acudir, a razón de muchas miles de personas. Y ni la historia repetida ni el relente de la noche otoñal ni la ausencia de butacas restan emoción e interés entre la multitud, que atiende con respetuoso silencio a lo que ocurre sobre los escenarios instalados en una explanada rodeada de murallas; las ruinas del viejo palacio Arzobispal en primer plano y el skyline de torres, espadañas y cúpulas del casco histórico recortado en el cielo nocturno… Así es la representación del Don Juan Tenorio en Alcalá, uno de sus grandes estandartes como ciudad del teatro y referente en su temporada cultural, pero ante todo un evento único en su género en nuestro país, además de un ejemplo de civismo cómplice como pocos se dan, por desgracia, cuando hay en danza tanta cantidad de gente.

Una jovencísima Maribel Verdú junto a Tony Isbert en el Tenorio de 1988, el más visto de la historia del espectáculo alcalaíno merced a su retransmisión por Televisión Española.
Toda esa solera no ha pesado, sin embargo, a la hora de presentar con la antelación debida la edición de este año, la número 33, cuyos detalles se conocieron públicamente hace apenas cuatro días. Tampoco ha contado para acercar la celebración a su fecha tradicional: la Noche de las Ánimas del 31 de octubre. Si el año pasado se adelantaron hasta los días 28 y 29 de octubre, en esta ocasión se ha entrado de lleno en el mes de noviembre, fijándose en los días 3 y 4.

La razón que maneja el Ayuntamiento, promotor único de esta cita, para justificar esto último (lo de demorar la presentación hasta casi las vísperas de las funciones es una vieja costumbre pésima) es que han de espaciarse las actividades de ocio y tratar de hacerlas coincidir con fin de semana para favorecer la visita de turistas. Paradójicamente no se aplica un criterio tan flexible para convocatorias mucho más recientes en el tiempo pero que en tiempo récord se están llevando la palma de la promoción municipal, como la Marcha Zombie y sus apéndices. Ésta sí que lleva semanas anunciada y bombardeada y tiene su colofón en la velada de Halloween.

Sin que se les haya dado la posibilidad de convivir, los muertos vivientes, en fin, parecen haberle ganado la partida a los espectros que pululan en torno al conquistador sevillano, aunque estos les llevan mucha ventaja en el tiempo. Tanta, que el Don Juan en Alcalá ya atesora su propia historia, nacida a principios de los años 80 del pasado siglo.

Con el telón de fondo de la resurrección cultural de Alcalá en aquellas años, siendo alcalde Arsenio Lope Huerta y concejal de Cultura, Modesto Quijada, el Ayuntamiento aprovechó la ocasión de rescatar del olvido una vieja tradición del teatro español: representar el Don Juan Tenorio de José Zorrilla coincidiendo con la festividad de Todos los Santos y levantar de paso el telón de la temporada teatral. Una exitosa versión en la plaza Mayor de Madrid dirigida por Antonio Guirau dio la idea; y la recién creada Fundación Colegio del Rey, gerenciada por José Antonio Muñoz, apostó por traerla a la ciudad complutense, como broche a unas jornadas dedicadas al mito donjuanesco, y desde el convencimiento de que las plazas y edificios añejos del centro histórico podían aportar la atmósfera romántica necesaria a la obra.

Aspecto de la plaza de Cervantes durante la representación de 2014, la edición del 30 aniversario, en la que se recuperó la vieja itinerancia por escenarios repartidos en el casco histórico.
La edición inaugural, bajo la dirección del propio Guirau, celebrada el 2 y 3 de noviembre de 1984 contó con un reparto de lujo: Juan Diego, María José Goyanes y Rafaela Aparicio dieron vida a don Juan, doña Inés y Brígida. La acogida entre el público fue magnífica y la crítica teatral de la prensa capitalina aplaudió el montaje al aire libre. Ya entonces actores y actrices, así como músicos y cantantes de Alcalá, fueron parte esencial en el plantel artístico del acontecimiento. De este modo, colectivos entrañables como Gruta, Teja, TELA, Telémaco, TIA, Edelveis, Alborada, la Schola Cantorum o el Quinteto renacentista se integraron con éxito en el equipo.

Como en aquella primera edición, las siguientes entregas se desarrollaron en escenarios monumentales del centro: la plaza de Cervantes, las ruinas de Santa María, la plaza de los Santos Niños y el entorno de la Catedral, la plaza de la Victoria, la plaza de las Bernardas o el conjunto de patios del Arzobispal.

Guirau apostó de nuevo en 1985 por un buen cartel para la segunda edición. Mary Santpere y Rafael Ramos dieron vida a Brígida y don Luis junto a Manuel Gallardo y María Casal, una pareja protagonista con mucho oficio. La participación del público volvió a ser un éxito y con ese espaldarazo para la edición de 1986 se confió de nuevo en Antonio Guirau, quien repitió el esquema de conjuntar un cartel de estrellas con un elenco de artistas locales. En el primero figuraron Tony Isbert, Amparo Larrañaga y Gracita Morales.

La plaza de Palacio fue el lugar elegido en 1987 para dar inicio a la cuarta edición del Don Juan. Guirau dio un paso adelante y cambió los registros clásicos de la representación por una versión de estética más romántica. Para ello eligió a dos pujantes promesas para interpretar a don Juan y doña Inés, Fernando Guillén Cuervo y Maribel Verdú, y para el papel de Brígida se reclutó a la extraordinaria Aurora Redondo. Las máquinas de humo, los fuegos artificiales o los letreros fabricados con bombillas formaron parte de la puesta en escena.

Cartel anunciador del primer Don Juan en Alcalá en 1984 con Juan Diego, María José Goyanes y Rafaela Aparicio encabezando el plantel actoral. 
Miles de personas arroparon la función y con mucha antelación se empezó a gestar la edición de 1988, la más vista de la historia del Tenorio complutense. Y es que Televisión Española se interesó por él y lo retransmitió por el segundo canal a todo el país, propiciándose así una audiencia millonaria en aquella televisión sin privadas. La inconfundible voz de Tony Isbert, la ternura de Maribel Verdú, la experiencia de Alfonso del Real, la calidez de Carmen Rossi y la solvencia de Pepe Martín, el inolvidable conde de Montecristo de RTVE, redondearon una edición memorable, que por mor de las exigencias televisivas hubo de concentrarse en el recinto del Arzobispal.

Aquí terminaría la primera etapa de Antonio Guirau al frente del Don Juan, y se pusieron las bases de esta gran fiesta del teatro que aún perdura. Un año más tarde vino el primer gran cambio, al ser la primera en la que se apostó por una versión más rompedora. El director Ángel Facio proyectó un montaje ambientado en los locos años 20 y para ello contó con la presencia de los actores Joan Llaneras, Maruchi León y Rosa de la Torre. La fachada del Círculo de Contribuyentes se estrenó como escenario de la función, que no satisfizo del todo al público, desconcertado en parte por la insólita ambientación, además de por los problemas de sonido.

La edición de 1990 fue dirigida por el director Francisco Ortuño e interpretada por el arrollador Joaquín Hinojosa, cuyos paseos en un caballo blanco aún son recordados entre el público más veterano, una jovencísima Eva Isanta y nuevamente Carmen Rossi como Brígida. En 1991 no pudo celebrarse el espectáculo por falta de presupuesto municipal, una triste mancha, y se recuperó en 1992 con una versión conducida por Agapito Martínez e interpretada por Francisco Mateo y Gemma Pablo. Emplazada en la plaza de los Santos Niños, el respetable pudo disfrutar de una propuesta romántica sobre textos de Byron, Montherlant y Zorrilla.

El director alcalaíno Guillermo Baeza plasmó su visión del Tenorio en la edición de 1993. Y para ello se apoyó en uno de los mejores donjuanes del Tenorio alcalaíno: el gran Pedro Mari Sánchez.
Emilio Arjona dirigió la edición de 1994, con Juan Alcázar, Carmen Arenas y Carmen Laguna, encabezando el reparto. Al año siguiente, 1995, Fernando Borlán coordinó un Tenorio con Javier MejíaMaría Pedroviejo y Marta Gutiérrez encabezando el cartel. Y en la edición de 1996 volvió a dirigir la obra Agapito Martínez y el reparto estuvo encabezado por David Ortega y de nuevo Gemma Pablo.

En 1989 tuvo lugar una de las ediciones más insólitas del Tenorio, con un montaje ambientado en los años 20.
Fueron las ediciones más modestas y aunque el público seguía siendo fiel, el Ayuntamiento trató de revitalizar la apuesta en 1997 recurriendo de nuevo a Guirau y a un reparto de relumbrón, con Luis Merlo, Silvia Marsó, Carmen Rossi y Luis Varela.

Merlo, otro de nuestros grandes donjuanes, repetiría al año siguiente, casi por aclamación popular. En esta edición, dirigida por última vez por Antonio Guirau, estuvo acompañado por la actriz Beatriz Rico y por la incombustible Carmen Rossi. En 1999 se incorporó a la dirección del evento María Ruiz y se arropó de un extraordinario plantel de artistas de la ciudad encabezados por Jesús Cisneros, Yolanda Arestegui y la propia Carmen Rossi. Fue la penúltima que usó escenarios fuera del recinto del Arzobispal, al arrancar en la plaza de los Santos Niños. Ya en 2000, donde repitió María Ruiz, se concentró en la Huerta del Obispo con un espectacular escenario único en mitad de la explanada en forma de velero y un reparto encabezado de nuevo por Pedro Mari Sánchez, Yolanda Arestegui y Berta Riaza. Una verdadera tempestad, eso sí, hizo naufragar casi literalmente la segunda sesión.

Un año más tarde la dirección corrió a cargo de Luis Dorrego y tuvo como pareja protagonista a Liberto Rabal y Lidia Navarro, en una función arruinada por los fallos de sonido. En 2002 María Ruiz dirigió por tercera vez una lluviosa edición del Don Juan, con la participación de Juan José Artero y de nuevo Eva Isanta en los papeles estelares.

La de 2003 fue una edición muy especial. Bajo la batuta del alcalaíno Eduardo Vasco, se llevó a cabo una ambiciosa edición en el Arzobispal con el elenco de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La masiva afluencia de público puso la guinda a una edición ambientada en el siglo XIX, con una estética a lo Gangs of New York de Scorsese, firmada por Yolanda Pallín y con la magnífica interpretación de Ginés García Millán como Tenorio.

La edición número 20 del Don Juan en 2004 fue conducida por otra de las grandes directoras del panorama teatral español, Natalia Menéndez, quien contó como pareja de protagonistas con los televisivos Marcial Álvarez e Irene Visedo.

Yolanda Arestegui y Jesús Cisneros, la doña Inés y el don Juan más alcalaínos, en la edición de 1999.
El Ayuntamiento logró en 2005, coincidiendo con los actos de celebración del cuarto centenario de El Quijote, involucrar de nuevo a Televisión Española en el proyecto. Para sacar adelante esta edición se contrató los servicios de un experimentado director especializado en musicales, Jaime Azpilicueta, de un joven don Juan, Mariano Alameda, y de una (demasiado) madura doña Inés, Yolanda Ulloa. Esta edición contó con la participación especial y disparatada de don Quijote y Sancho, interpretados por los actores compañía La Recua, los mismos que guían al público por el Mercado Cervantino de octubre.

Los dos siguientes años, y en un acuerdo de producción para un Don Juan Tenorio de sala, el Ayuntamiento acordó con Santiago Sánchez y su compañía L’Om Imprebís una nueva versión del clásico de Zorrilla. Fernando Gil hizo doblete en un Tenorio coral y evocador. En la edición de 2006, con Savitri Ceballos como la novicia, se pulverizaron todos los récords de público: cerca de 40.000 espectadores asistieron a las dos sesiones, que contaron con el favor de un tiempo primaveral.

La edición de 2008 fue dirigida por Laila Ripoll, con el telón de fondo del bicentenario del inicio de la Guerra de la Independencia. Juan Codina, Michelle Jenner, Concha Cuetos y Paco Valladares lideraron un elenco que puso en escena una versión goyesca con un don Juan muy violento, casi vampiresco, que no agradó del todo al público.

En 2009, coincidiendo con el XXV aniversario del montaje, el Ayuntamiento apostó por un reparto con un gran número de actores de Alcalá y dirigido por Juan Polanco. Héctor Colomé y Jacobo Dicenta interpretaron respectivamente a un don Juan anciano que le ‘pasa' los trastos a otro don Juan más joven y enérgico en un planteamiento renovado y original. Con gran apoyo de elementos audiovisuales y una pantalla gigante por la que desfilaron muchos de los actores y actrices que han hecho posible la historia del Tenorio alcalaíno, se redondeó una de las ediciones más completas y con récord de público: más de 40.000 personas asistieron a esta doble representación que cautivó a todo el mundo.

El 2010 se incorporaron al reparto dos actores muy conocidos por el público, Jordi Rebellón, el famoso doctor Vilches de la serie televisiva Hospital Central, y Lolita Flores, encarnando al conquistador y a Brígida. Polanco repitió como director y cerró en 2011 su particular trilogía con Ramón Langa en el papel de don Juan, la alcalaína Lidia Palazuelos como doña Inés y Karmele Aranburu de Brígida, dos años después de hacer de novicia, un hito que años después igualaría e incluso superaría Yolanda Arestegui.

En 2012, en la vigésimo séptima edición, Cristóbal Suárez y Sara Rivero interpretaron una edición dirigida por Jorge Muñoz, una de las más desangeladas de los últimos años por el recorte en el presupuesto y las limitaciones de la puesta en escena.

Ginés García Millán en su primer Tenorio alcalaíno, el de 2003, junto a Cristina Pons.
Con todo, se mantuvo la media de 20.000 espectadores entre los dos pases que se viene dando en la última década. Lo mismo que en 2013, la primera bajo la dirección de Carlos Aladro, con Jesús Noguero, Rebeca Hernando, Juan Ribó y Pastora Vega, encabezando el cartel, que se pudo seguir en una pantalla gigante con cámaras manipuladas por los propios actores durante su movimiento escénico. Una innovación que no convenció demasiado al respetable.

Más convencidos, incluso los más incrédulos, quedaron los espectadores con la edición de 2014, la del treinta aniversario, con la que se recuperó la itinerancia de los orígenes. El quiosco de música y la terraza del Círculo de Contribuyentes en la plaza de Cervantes y los contrafuertes de la Catedral en la plaza de los Santos Niños, además de la Huerta del Obispo, acogieron los escenarios de aquel espléndido Tenorio, con Fernando Cayo, Marta Hazas y la citada Arestegui de Brígida, bajo la hábil batuta otra vez de Aladro.

En 2015 se retomó la versión de Vasco de 2003, aunque trasladada al Siglo de Oro. García Millán, acompañado por Myriam Gallego esta vez como doña Inés de Ulloa, y repitiendo Yolanda Arestegui como la alcahueta Brígida, despacharon un solvente montaje. Como lo fue también el de 2016, con un elenco muy teatral encabezado por Javier Collado y Raquel Nogueira, y se espera que también lo sea el de este año, sostenido por la compañía De Amarillo.

Delante volverá a tener al público más experto y más leal a la leyenda donjuanesca. Aunque desgraciadamente ya no tendrán sentido sus proverbiales discusiones sobre si hay o no hay que darle una vuelta de tuerca, una mirada renovada, un impulso refrescante a los ascensos y caídas de don Juan, así como a sus llamadas desesperadas al cielo. Con que el espectáculo continúe, ya habrá darse por contento, pues a la vista queda que la moda del truco-trato lo está arrinconando, con una excluyente bendición municipal que sería comprensible en otras ciudades sin grandes reclamos identitarios y muy necesitada de abrazarse a otras tradiciones, pero no en una que es capital de la cultura española como lo es, o lo fue al menos, Alcalá, con mucho arte y mucha historia donde escoger. De modo que, aquí también, este otoño más pura la calabaza, y no la luna, brilla.

viernes, 6 de octubre de 2017

San Cervantes, el olvidado patrón del Mercado

Aplastada por el alboroto y las multitudes del Mercado Cervantino que todo el mundo conoce como Mercado Medieval, la celebración que da sentido a este evento es, en realidad, la fiesta cultural más antigua, y con más aspiraciones universales, de Alcalá: el 9 de octubre, día de Cervantes, o San Cervantes para los más guasones, y fastidio de no pocos paisanos.

El actor Luis María García se ha convertido en el símbolo del mercado con su impresionante encarnación de don Quijote.
La conmemoración del día en que Miguel, el cuarto hijo de Leonor de Cortinas y cirujano Rodrigo de Cervantes, recibió las aguas del bautismo en la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá, el 9 de octubre de 1547, se transformó en jornada  grande para los alcalaínos tres siglos después. Aquel bebé se convirtió pasados los siglos en el autor de El Quijote y elevado a símbolo máximo de la cultura española. Y aunque apenas vivió en Alcalá los tres primeros años de su vida y se perdió todo recuerdo de sus orígenes complutenses, el erudito benedictino fray Martín Sarmiento dio la primera pista de ello en 1752, y poco después se encontró la partida bautismal. A partir de entonces, las autoridades locales buscaron la manera de honrar la memoria de su hijo más preclaro. Y una de ellas fue festejar la fecha del 9 de octubre, según decidió el ayuntamiento en la primavera de 1862, siendo por tanto la celebración cultural con más solera en Alcalá.

En concreto, los ediles acordaron en pleno el primero de mayo de 1862  “que para lo sucesivo se celebre el natalicio de Cervantes, el día nueve de octubre de cada año, con iluminación, colgaduras y demás festejos públicos que se creyesen convenientes según las circunstancias”, por ignorarse la fecha de nacimiento del escritor y ser esa la única referencia temporal de la que se tenía certeza documentada y absoluta de su llegada al mundo.

La placa que durante décadas señaló la falsa casa de Cervantes en una tapia del solar que hoy ocupa el Teatro Salón Cervantes.
De hecho, desde algunos años antes ya se tomaba como medida el 9 de octubre para convocar algunos homenajes cervantinos. Por ejemplo, en 1846 se estrenó el cambio de nombre de la calle de la Tahona por el de Cervantes, al existir la “vaga tradición” de que allí estuvo la casa natal del escritor; en concreto en la huerta del convento de Capuchinos, solar que hoy ocupa el Teatro Salón Cervantes. Hasta 1941 no se hallaría la morada auténtica.

Para entonces el 9 de octubre ya era ocasión de veladas de música, teatro, lecturas o actos sociales en honor de Cervantes. También se convirtió en la jornada señalada para los grandes fastos en recuerdo del escritor y su obra. El primero importante fue en 1879: aquel 9 de octubre se inauguró la estatua de Cervantes en la plaza mayor alcalaína, obra de Carlos Nicoli; la misma, o parecida, que reclamó la setenta años antes el denostado José Bonaparte, al echar de menos una efigie del Príncipe de los Ingenios en una visita a su patria chica.

En 1905 se conmemoró el tercer centenario de El Quijote, pero las celebraciones se concentraron en la primavera. Más protagonismo se le pensaba dar al 9 de octubre de 1916, año del tercer centenario de la segunda parte de la novela y de la muerte de Cervantes, pero el estallido de la Primera Guerra Mundial dos años antes desbarató todos los planes.

En Alcalá se despositaron muchas esperanzas en aquellas efemérides, como hito para que la ciudad fuese escenario de grandes actos culturales y se impulsara al fin el viejo proyecto de construir un gran museo y biblioteca cervantinos, pero ni el ayuntamiento ni el Gobierno central dispusieron de recursos.

Hubo que esperar a otra efemérides, el cuarto centenario del nacimiento de Cervantes en 1947, para que el octubre cervantino volviera a brillar. El mismísimo general Franco presidió la ceremonia principal, en vísperas del día 9, que incluyeron la reapertura de la capilla del Oidor, única estancia salvable de Santa María, incendiada por los milicianos y bombardeada por los nacionales durante la guerra; y la presentación de la réplica de la pila bautismal de Cervantes, con trozos de la original incrustados.

Corresponsales extranjeros en la guerra civil española fotografiándose junto a la estatua de Cervantes. Al fondo se recortan las ruinas de la iglesia de Santa María la Mayor, incendiada y bombardeada.
Más repercusión aún tuvo el 9 de octubre de 1956 enmarcado en las celebraciones del Día de la Provincia. En los días anteriores, y entre otros eventos,  se inauguró al fin el Museo Casa Natal de Cervantes, quince años después de que el cervantista Astrana Marín hallara las pruebas documentales que la ubicaban en la calle de la Imagen.

Pasó casi un cuarto de siglo hasta encontrar otro 9 de octubre relevante. Tras la irrupción de la primera corporación municipal democrática, en 1980 se decretaron los festivos locales de Alcalá, que quedaron emplazados en el 6 de agosto, fiesta de los patronos Justo y Pastor, y el día del bautismo de Cervantes. Fue a partir de entonces cuando comenzó a ser conocida popularmente esta fecha como el “San Cervantes”, por aquello de que las fiestas locales suelen coincidir con días de santos, y por ponerle un poco de sorna, aunque sin propósito de ofender, pues esta denominación, como se decía al principio, no es del gusto de muchos vecinos, que no comulgan con la idea de la santidad civil.

Al calor de la festividad local, los actos sociales y culturales no han hecho más que crecer, a pesar de que muchos alcalaínos que trabajan o estudian en Madrid no puedan disfrutarla plenamente. Pero fue en 1999 cuando se registró la novedad más revolucionaria en torno a la celebración de la fecha: ese 9 de octubre se inauguró un mercadillo de época en la plaza de Cervantes, que siguió celebrándose en los años siguientes ocupando cada vez más calles del centro histórico, y con nombres variados -Barroco, Siglo de Oro, Quijote...- hasta convertirse en el abrumador Mercado Cervantino de hoy en día.

Y será este acontecimiento de ocio el que siga marcando la senda festiva del 9 de octubre. O de 29 de septiembre, pues según dejó sentado en 2008 el Cronista Oficial de la Ciudad, Vicente Sánchez Moltó, a través de una concienzuda investigación del libro de bautismos y otros documentos de la época, fue la fecha segura, y no solo más probable, del nacimiento de Miguel de Cervantes. Pero tendría que ser el Ayuntamiento el que, a nivel oficial, debería cambiarlo, aunque no parece que esté por la labor. El objetivo ahora es conseguir la declaración de fiesta de interés nacional para el Mercado, donde está sepultado, más que incluido, el centenario San Cervantes.