jueves, 30 de julio de 2020

La Cisneriana que no pudo ser

Además de las muchas reinvenciones y cambios que ha experimentado Alcalá de Henares a lo largo de la historia, casi siempre a la fuerza y por las bravas, en el camino quedaron un buen puñado de reformas ambiciosas y radicales. Una de ellas fue la que propuso el célebre arquitecto Ventura Rodríguez para renovar y revitalizar la decadente Cisneriana de la segunda mitad del XVIII y que nunca llegó a materializarse. Se perdió así un monumental edificio neoclásico en la plaza de Cervantes que, eso sí, habría acabado con la actual Capilla de San Ildefonso y el Casino, entre otros edificios señeros.



Aspecto de la fachada que Ventura Rodríguez diseñó en 1762 para el ala oeste de la Manzana Cisneriana. (Archivo y Biblioteca de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid) 


En la Biblioteca de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid se conservan los planos que dibujó el arquitecto de Ciempozuelos hace 250 años, cuando la vieja Academia de Cisneros languidecía con unos pocos centenares de alumnos y un plan de estudios que los ilustrados de la época rechazaban por anticuado.

No obstante, las autoridades de la época, guiadas por el espíritu de las luces que recorría la Europa de la Ilustración, trataron de modernizar la institución complutense, que, aunque vetusta, acartonada y cada vez más inhóspita y desolada, seguía siendo un referente de la cultura española. Y de aquel intento frustrado por renovar el Colegio Mayor de San Ildefonso, alma mater de la Universidad, han quedado estos curiosos bocetos que eran prácticamente inéditos hasta que fueron expuestos en la ya histórica muestra 'Alcalá, una ciudad en la historia', organizado por la Comunidad de Madrid en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Otros estudios recientes, como uno muy completo de Ana Asensio Rodríguez, han ahondado en el trabajo que en 1762 llevó a cabo por encargo Ventura Rodríguez (1717-1785), toda una gloria de la arquitectura española, autor de la capilla del Palacio Real de Madrid, del Transparente de la Catedral de Cuenca o de la reforma de la Basílica del Pilar de Zaragoza.

El arquitecto decidió centrar su trabajo en la esquina noroeste de la Manzana Cisneriana, es decir, la enmarcada por la calle Pedro Gumiel, con el desaparecido arco universitario, y la plaza de Cervantes, entonces plaza del Mercado.  Esa zona estaba compuesta por distintos pequeños edificios que daban servicio al colegio, como la la cárcel de estudiantes, la enfermería, la sacristía o la histórica Capilla de San Ildefonso.



Dibujo del Arco Universitario de la calle Pedro Gumiel hoy desaparecido, obra de Valentín Carderera y Solano en 1846. (Colección de la Fundación Lázaro Galdiano)


Para reemplazar ese conjunto, Rodríguez diseñó un gran edificio que rompía todos los esquemas arquitectónicos imperantes hasta entonces Alcalá. Así, los planos muestran una construcción presidida por una iglesia con un espectacular pórtico tetrástilo [con cuatro enormes columnas] de estilo corintio, con frontón y ático, y el remate de una vistosa cúpula rebajada. La planta de esta iglesia era centralizada y en ella destacaba un alargado presbiterio que conectaba con la crujía oriental del Colegio de San Ildefonso.

Dos grandes patios flanqueaban esta iglesia y en torno a ella se disponían nuevas dependencias de servicio, así como alojamientos de estudiantes más amplios y funcionales, que aumentaban asimismo la capacidad del colegio.

Con este rompedor diseño, la iglesia ofrecía su espectacular fachada a la plaza del Mercado, como complemento a la histórica fachada de Gil de Hontañón en la Plaza de San Diego y dando visibilidad a la Universidad desde el espacio más amplio y concurrido de la ciudad. 

Esta 'otra' Cisneriana, a costa, eso sí, de la centenaria capilla de San Ildefonso, hubiera prestado una renovada al corazón de Alcalá. Pero la falta de dinero y, sobre todo, de la voluntad entre los gobernantes del momento, la convirtió en una arquitectura imposible.

Los malos tiempos, en fin, no son exclusivos del presente. Y para nuestra Universidad, aquellos fueron la víspera de los peores; los de su expolio y su cerrojazo durante cerca de 150 años.