miércoles, 16 de febrero de 2022

Vuelo y combate entre el jardín botánico y el laberinto atómico

Desde hace unos días luce en el paisaje de Alcalá una nueva glorieta adornada con un espectacular avión militar. Se trata de un C-101, una aeronave dedicada a la instrucción de pilotos que también forma parte de la popular 'Patrulla Águila' de vuelos acrobáticos. Los colores y enseñas de su fuselaje son los distintivos de la escuadrilla, y entre ellos figura además el nombre del comandante Eduardo 'Ayo' Garvalena, que a los mandos de un avión de esa clase realizó miles de horas de vuelo antes de fallecer en un infausto acto de servicio. En su memoria y en la de su legado como reconocido activista solidario se ha instalado ese avión y se ha dado su nombre al parque vecino del que fue además su barrio, la colonia Ciudad del Aire. Pero es oportuna esta iniciativa además para recordar los estrechos lazos de Alcalá con la aviación en España, además de poner el foco en el rincón más singular y desconocido de la trama urbana complutense.


Imagen de la inauguración de la glorieta presidida por el espectacular C-101

Porque con la pérdida de identidad que adolecen muchos de los vecindarios y polígonos de Alcalá se corre el riesgo de que desparezcan huellas de un pasado que, aunque cercano en el tiempo, cada vez atesora mayor valor histórico y cultural. Y no hay duda de que el legado existente en la ciudad en torno a la conquista del aire lo tiene.

Precisamente la idea de colocar un avión de combate en una rotonda para evocar esa vinculación viene de lejos y en un principio se pensó en otra ubicación: una de las rotondas de la avenida del Chorrillo. Fue durante los gobiernos municipales de la década pasado cuando se planteó ese emplazamiento por su proximidad con el otro gran lugar que guarda una importante relación con la historia de la aviación en Alcalá, exactamente el espacio fundacional y pionero: el aeródromo junto al Campo del Ángel.

El 22 de octubre de 1910 el piloto francés Jean Mauvais aterrizó con su biplano en el páramo que se abría junto a la Cruz del Siglo procedente de Madrid en uno de los primeros vuelos que se realizaban en nuestro país. Tras ser agasajado por los paisanos e invitado a almorzar, el piloto perdonó la sobremesa para regresar al punto de partida: una pista de la actual Ciudad Lineal. El amplio solar que utilizó en Alcalá para tomar tierra se convirtió apenas tres años después en uno de los primeros campos de la aviación militar en España.

La ubicación geográfica y las extensas y lisas terrazas que se escalonan al norte del Henares hacían que la ciudad complutense reuniera las condiciones físicas ideales para albergar una instalación de estas características. La existencia de un importante destacamento militar en la que ya por entonces era una ciudad cuartel con solera y su disposición estratégica en el eje entre el aeródromo de Cuatro Vientos y el parque de Aerostación de Guadalajara hicieron el resto.

En cualquier caso, aquel aeródromo emplazado entre las actuales barriadas del Campo del Ángel y del Chorrillo debió ser bastante rudimentario; apenas una pista de tierra apisonada y unos galpones para el material y al personal. Aun así albergó una escuela de pilotos militares y estuvo en funcionamiento hasta 1934, cuando tomó el relevo la base militar dispuesta en las explanadas que hoy ocupan los edificios del Campus externo.


Vista aérea del aeródromo Barberán y Collar en torno a 1944. Al fondo, la vega del Henares y los perfiles del Ecce Homo (foto: Archivo Histórico del Ejército del Aire)

El que se convertiría en aeródromo militar bautizado con el nombre de dos aviadores míticos, Mariano Barberán y Joaquín Collar, éste último instruido en Alcalá, adquirió una gran relevancia durante la Guerra Civil como uno de los enclaves estratégicos de la aviación republicana. Sobre todo en los primeros meses de la contienda, no solo por su localización geográfica privilegiada sino también porque facilitaba los aterrizajes nocturnos, según los especialistas. 

Por este campo de aviación pasaron personajes legendarios como el intelectual francés André Malraux, que reunió una flotilla para defender la República con 'ases' de los cielos como el húngaro Akos Hevesi o el italiano Primo Gibelli. Sin olvidar a los soviéticos que probaron sus nuevos bombarderos desde aquel Alcalá "al acecho de los ruidos amenazadores de la guerra", según la descripción de Malraux, cuya peripecia complutense relata magistralmente Vicente Alberto Serrano en una de sus brillantes columnas en el digital La Luna del Henares.

Tras la guerra, el aeródromo Barberán y Collar siguió a la vanguardia, convirtiéndose a principios de los 40 en la sede de la élite de los pilotos militares españoles, aparte de barajarse como sede de la recién creada  Academia General del Aire. En el transcurso del año 43 incluso se instruyeron en el campo de aviación complutense varias escuadrillas que combatieron junto a la Luftwaffe alemana en la Segunda Guerra Mundial.

Nada más finalizar el conflicto surgió el histórico vínculo que hasta nuestros días mantienen los paracaidistas con Alcalá. Inicialmente con la ubicación de la primera Bandera de la Legión de Tropas de Aviación, unidad que en 1954 se integraría en la unidad de paracaidistas del Ejército de Tierra, origen de la actual BRIPAC. Hasta los años 60 los alcalaínos se acostumbraron a los vuelos rasantes de los aviones y a los saltos desde el aire sobre los llanos de la carretera de Meco. Pero a mitad de esa década otras bases militares tomaron el testigo de la conquista de los cielos y el recinto militar del aeródromo quedó en desuso hasta pasar a manos de la Universidad de Alcalá a finales de los años 70.


En primer plano, uno de los accesos al refugio subterráneo y, al fondo, parte trasera de la ermita, dos de los vestigios del antiguo aeródromo en pleno corazón del Campus

Quedan, sin embargo, un puñado de huellas físicas de esa escuela de "vuelo y combate" en el actual Campus recopiladas en 2015 por el Grupo en Defensa del Patrimonio Complutense en una magnífica guía. La torre de control adosada al complejo de la Facultad de Medicina, una ermita dedicada a la Virgen de Loreto -inaugurada en el mes de marzo de 1953, según reza en el mosaico de piedras de su entrada- o un búnker o refugio antiaéreo, son algunos de esos vestigios; estos dos últimos muy deteriorados y pendientes de una restauración urgente por parte de la institución cisneriana.

Aunque ningún resto del antiguo aeródromo es tan espectacular como el impresionante hangar vecino de la Facultad de Ciencias, una imponente construcción inspirada en los principios constructivos y estéticos del Movimiento Moderno cuyo último uso conocido es haber sido escenario de fiestas estudiantiles. Ojalá su estado ruinoso no impida verlo convertido algún día en un alargado y diáfano estuche de hormigón, acero y cristal para aularios, salas de lectura o auditorios, como corresponde a una arquitectura de su categoría.


Aspecto de una de las cubiertas de los hangares del Campus

Porque rescatar estas edificaciones que son verdaderos testimonios de historia y cultura y dotarlas de vida son actos de justicia con el patrimonio. Y de paso servirían para descubrir a alcalaínos y visitantes estos y otros espacios verdaderamente únicos en la ciudad.


Vista aérea del 'jardín atómico' del Encín (foto: Google Earth)

Es el caso del Jardín Botánico del Campus, un centro de investigación con una extraordinaria reserva de flora de una diversidad sin parangón en nuestro país. O estirando el itinerario un par de kilómetros en paralelo a las vías del tren, es posible admirar el no menos alucinante "jardín atómico" de la finca  de El Encín, perteneciente al IMIDRA autonómico. Se trata de un complejo que acogió a comienzos de los años 60 un experimento con una bomba de rayos gamma dispuesta en el centro de un bosque en forma de laberinto circular e inspirado en el espíritu de los "átomos para la paz", en este caso dedicado a la mejora de la producción agrícola. En definitiva, un fruto colateral de la Guerra Fría que dejó huella en nuestro término municipal y que salvo crónicas tan detalladas como la que nos regaló hace unos años el concienzudo historiador y escritor Daniel López-Serrano 'Canichu' en su blog de noticias de "espía"  apenas es conocido y divulgado.

Bien podría corregirse ahora esa ignorancia convirtiéndole en la parada final de un fascinante paseo por la historia y la naturaleza en el solitario extremo nororiental de la ciudad; un viaje hasta los días de cielo con el pórtico del C-101 y el parque del comandante Garvalena, 

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